Federico
García Lorca es el poeta que nació en Fuente Vaqueros y murió en Granada, en su
Granada. Es el poeta español que anduvo en Nueva York y llenó de leyenda y
belleza la cultura de los gitanos en dieciocho romances. Nos regaló la
apasionante metáfora del almidón de una enagua que le sonaba en el oído como
una pieza de seda rasgada por diez cuchillos. El irreverente que no tenía
ningún libro porque los obsequió, infinitos, al infinito. Lorca, el poeta de la
muerte mística. El poeta más poeta del Sigo XX. Aún sus restos son un misterio:
el eco de una terrible dictadura (si es que la redundancia en este caso es
válida).
Gracias
por el Romancero gitano, Lorca. En el Siglo XXI tu poesía contiene la
versatilidad para el rap: octosílabos vibrantes de ritmo violento. En la
eufonía de tus versos se encuentra la cadencia de la muerte, que como el toro
de la reyerta se sube por las paredes:
Juan
Antonio el de Montilla
rueda
muerto la pendiente
su
cuerpo lleno de lirios
y
una granada en las sienes.
Ya
se murió Juan Antonio. Su cuerpo quedó tendido junto a la delicadeza de los
lirios españoles. Azules, malvas, blancos o amarillos, da igual. Y como un
extra para dibujar una muerte estilizada, posaba una flor de granada en la sien
del de Montilla. En esta Reyerta murieron cuatro romanos y cinco cartagineses,
referencia poética entre Guardias Civiles y Gitanos. Pero aquí no sólo murieron
ellos si no también la tarde, que venía recortando un agrio verde y cayó
desmayada en los muslos heridos de los jinetes. Los ángeles negros se
encargarían de hacer lo suyo.
En
Romance sonámbulo se encuentra muerta
una bella gitana. Las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas. Se cansó
de esperar que llegara el joven a quien amaba, y se arrojó al agua de un
aljibe, donde se mecía, inerte, con los ojos de fría plata. Mientras tanto quien
reclamaba un lugar para bienmorir era ese joven gitano, que llegaba desesperado
debido a la persecución de los Guardas civiles:
Compadre,
quiero morir
decentemente
en mi cama
de
acero si puede ser
con
las sábanas de holanda.
¿No
ves la herida que tengo
desde
el pecho a la garganta?
Lo
presentía. Sucumbir era inminente, por eso rogaba para recibirla de la forma
más digna posible. En este momento de tensión pregunta por su niña amarga, la
joven que yacía muerta sobre el agua verdosa del aljibe. Entonces cae sobre él
un reclamo:
¡Cuántas
veces te esperó!
¡Cuántas
veces te esperara!
cara
fresca, negro pelo
en
esta verde baranda.
Mientras
duele en el gitano la herida que va desde el pecho a la garganta, una zanja más
honda se le abre en el alma al saber de la muerte de la joven. Momento oscuro,
íntimo, que es interrumpido por los Guardias civiles borrachos que golpeaban la
puerta para llevarse al doblemente herido.
Otras
voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir en el poema Muerte de Antoñito El Camborio. Los cuatro hijos de Benamejí, sin
honor, lo asesinaron.
Tres
golpes de sangre tuvo
y
se murió de perfil.
Viva
moneda que nunca
se
volverá a repetir.
En
otro romance, Prendimiento de Antoñito El
Camborio en el camino de Sevilla, existe un reclamo a este moreno de verde
luna, debido a que no tuvo el coraje para asesinar a cinco Guardias civiles que
lo llevaban preso: Ni tú eres hijo de
nadie ni legítimo Camborio, le increpan, sin embargo, en esta ocasión les
clavó sobre las botas mordiscos de jabalí, dio saltos jabonados de delfín;
inclusive, bañó con sangre enemiga su corbata carmesí, incapacitando a uno de
sus cuatro atacantes, por eso es que sólo murió de tres golpes de sangre.
Antoñito El Camborio demostró ser gitano legítimo, pero no pudo con todos sus
enemigos. Ya muerto cayó de perfil y Lorca le da todavía otros pincelazos a
este bello cuadro:
Un
ángel marchoso pone
su
cabeza en un cojín.
Otros
de rubor cansado
encendieron
un candil.
Un
gitano siente que su soledad no tiene descanso y reflexiona junto a su caballo
en la madrugada de su insomnio. Es joven y tiene sueños grandes como barcos.
Aunque sabe que esos sueños se alejarán entre el mar y las montañas: sus ojos
mirarán un norte de metales y peñascos: jugará la partida más fría en los
naipes. En Romance Sonámbulo la
muerte no llega de súbito, como acostumbra, si no que ya está cantada:
Ya
puedes cortar si gustas
las
adelfas de tu patio.
Pinta
una cruz en la puerta
y
pon tu nombre debajo,
porque
cicutas y ortigas
nacerán
en tu costado…
Al
emplazado le avisan que su muerte será de noche, en lo oscuro. Será tan de
noche que incluso sus verdugos, los escuderos, se encontrarán desvelados.
Morirá en Santiago, donde habrá un enorme silencio. Y su soledad encontrará
descanso. Hombres bajarán la calle para verlo muerto y encontrarán la siguiente
imagen:
Y
la sábana impecable,
de
duro acento romano,
daba
equilibrio a la muerte
con
las rectas de sus paños.
En
el Primer romancero gitano, título original del poemario, que vio el alba en
1928, existe la clara intención de Federico García que camina hacia embellecer
o dignificar la muerte. Por el título del libro, está más que declarado que el
poeta dejó la puerta abierta para escribir otro romancero gitano. ¿Qué
poderosas imágenes habitarían ahora en su legado? Sin embargo, a Lorca no le
fue concedido morir como murieron sus gitanos. No murió en cama de acero ni fue
cubierto con sábana de holanda ni hubo lirios ni granadas. Sus restos aún se
nos ocultan. ¿Quién podrá cargar con el peso de haber ejecutado al poeta más
poeta del Siglo XX? Eso sí: Lorca murió en Granada, en su Granada.
Maravilloso y eterno Lorca! Gracias por compartir. Ya me hubiera gustado compartir.
ResponderEliminarGracias por tu lectura, Ana. Nos puedes visitar también en Facebook: La Biznaga Mx.
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