Hace una semana un compañero, el Mau, programó un conversatorio sobre la película de Eliseo Subiela. Es la visión romántica de un poeta romántico, trasnochado por un siglo y medio. Entiendo la postura beligerante del director, contrastante ante el sistema económico multinacional: los productos que genera el poeta son diversos, en tiempo y “beneficios” a los que genera el circuito del dinero, y hay que multiplicar las trincheras. De acuerdo. Sin embargo, me caga el filme . Democratiza una imagen del poeta como un ser iluminado. Viviendo la vida entre sexo, drogas y rocanrol. (Aquí: vino, tango y prostitutas). De entre todos los artistas, precisamente el poeta siempre será el más fucking “loco”, el incomprendido, el outsider . Nunca talachea. Un concertista debe estudiar: solfeo, armonía, ritmo, historia de música, música barroca, renacentista, atonal… El poeta interpretado por Darío Grandinetti, en cambio, nació así: ¿dónde están las bibliotecas?, ¿cuándo lo vemos fatigando lo...
La Biznaga comparte la belleza de un mandala y el infinito de un caleidoscopio.