El pasado existe porque una vez fue real, el futuro existe porque necesitamos que sea real. Ray Brádbury Conocí a doña pila cerca de un poblado en que trabajé hace tiempo. Sexagenaria, pero con la energía física de una veinteañera, me contó que había quedado viuda, a cargo de un padre enfermo y cuatro hijos, a la edad de 35 años. Tímida en extremo, sin títulos académicos –apenas pudo concluir el quinto grado de la escuela primaria–, sin grandes bienes materiales, ni familiares acaudalados que le acogieran en su infortunio, se vio sumida en la zozobra y desesperación cuando murió su marido. No faltaron, sin embargo, y como suele suceder en los lugares con tradición solidaria, los vecinos que con apoyo económico o palabras de aliento le dieron bríos. Ni tampoco faltó el amigo que le dio un consejo de gran valor: Vender barbacoa de puerco. “Se invierte poco y las ganancias no son desdeñables”. Así podría sacar adelante a su familia y generar dos o tres empleos en el barrio. Doña Pila
La Biznaga comparte la belleza de un mandala y el infinito de un caleidoscopio.