La depredación no tiene límites. El televisor es el depredador que se ha metido en los hogares de cada familia mexicana. Devora parejo, empezando por las cabezas de los niños y de las amas de casa. Luego mastica sus mentes y escupe las astillas. Es que le hemos dado permiso de vivir entre nosotros. No es más grande que un gato montés, pero ataca como un guepardo o un lobo. Detrás de la pantalla respira un animal carnívoro. Escucha su gruñido. Basta apretar un botón del control remoto para que se eche encima. Siente sus colmillos. Cómo te asfixia con su mordedura, mientras sutilmente te desangras cuando te envuelve con sus fauces, sus garras. Es que el televisor permite esta analogía con un animal depredador. Es como si tuviéramos una víbora de cascabel viviendo con nosotros. Despertamos encendiendo la tele, nos arrullamos con la tele. El televisor nos dice qué pensar, qué vestir, cuándo emborracharnos, a quién elegir electoralmente. Lo que me sorprende es que ahora ante la pandemia por...
La Biznaga comparte la belleza de un mandala y el infinito de un caleidoscopio.