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La televisión mexicana en tiempos del coronavirus (Miguel Morales Aguilar)



La depredación no tiene límites. El televisor es el depredador que se ha metido en los hogares de cada familia mexicana. Devora parejo, empezando por las cabezas de los niños y de las amas de casa. Luego mastica sus mentes y escupe las astillas. Es que le hemos dado permiso de vivir entre nosotros. No es más grande que un gato montés, pero ataca como un guepardo o un lobo. Detrás de la pantalla respira un animal carnívoro. Escucha su gruñido. Basta apretar un botón del control remoto para que se eche encima. Siente sus colmillos. Cómo te asfixia con su mordedura, mientras sutilmente te desangras cuando te envuelve con sus fauces, sus garras.

Es que el televisor permite esta analogía con un animal depredador. Es como si tuviéramos una víbora de cascabel viviendo con nosotros. Despertamos encendiendo la tele, nos arrullamos con la tele. El televisor nos dice qué pensar, qué vestir, cuándo emborracharnos, a quién elegir electoralmente. Lo que me sorprende es que ahora ante la pandemia por el Covid-19, pocos pobladores de la Comarca Lagunera se queden en casa, a pesar de la insistencia de las televisoras que inhundan su programación con estas recomendaciones: Quédate en casa, Lávate las manos con agua y jabón durante 20 segundos, Usa cubrebocas al salir de casa, Si tienes que salir de casa, que sea sólo para realizar actividades esenciales: Hastag Quédate en casa.

#Quédate en casa. Tal parece que la población ya no le cree tanto a las televisoras. A riesgo de perder o arriesgar la vida, miles de mexicanos salen a la calle sin cubrebocas ni respetar la sana distancia. Creen que es un invento el coronavirus, que es una falacia. Aunque las imágenes transmitidas de Muhán China, de hospitales atiborrados de agonizantes, de cifras altas de contagiados, de funerarias que no se dan abasto ni panteones que restringen la entrada para evitar más contagios. Las imágenes son atroces. El miedo se apodera del mundo. Que no panda el cúnico, diría el Chapulín Colorado, pero este virus llegó para quedarse, enfatizan los médicos para alentar a las enfermeras y demás trabajadores de la salud.

Esa falta de credibilidad se la ha ganado a pulso la televisión mexicana. Ese encono lo encausó bien AMLO, que ahora es el presidente de nuestra nación, de esta nación tan vilmente devorada por pillos de cuello blanco, de esta nación que no pierde la esperanza, de esta nación dispuesta a crear un rebaño inmune ante el coronavirus, de esta gente que invita a fiestas Covid para infectarse, que profundamente enajenada por las historias de la televisión, le hace al héroe enfrentando con descaro a la enfermedad, que no acepta esta nueva normalidad, que se resiste al cambio de vida, que pase lo que pase, no le tiene miedo a la muerte. Que al cabo la vida no vale nada, ya lo dijo el profeta José Alfredo Jiménez, el profeta de la sociedad mexicana en tiempos del coronavirus. Que al cabo si te duele la cabeza, tómate tu paracetamol. Que al cabo si te lleva la chingada, llegaste al rancho de López Obrador.

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