¿Qué es un testimonio? Es,
ante todo, la preservación de la memoria, es el recuerdo, la experiencia que se
comparte para provocar, para concientizar y no cometer los errores del pasado. Ante
el silencio, conveniente para quienes se sienten amos y señores de la vida y el
territorio, el testimonio brota y se yergue contra el olvido.
Por eso la publicación que el
Fondo de Cultura Económica, a través de su colección editorial Vientos del pueblo, hiciera de Hibakusha,Testimonio de Yasuaki Yamashita,
es digna del más hondo reconocimiento.
Hibakusha es un término
japonés cuyo significado, persona bombardeada —baku: bomba; sha: persona—,
refiere a los sobrevivientes de los bombardeos nucleares sobre Hiroshima y
Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, por parte del gobierno de los Estados
Unidos. “En un solo instante más de doscientas mil personas murieron calcinadas
y ambas ciudades quedaron en ruinas”, se lee en la presentación de la obra.
El daño ocasionado por las
bombas nucleares, sin embargo, no se agotó esos días, ya que el efecto de la
radioactividad ha provocado la muerte de numerosas personas hasta la actualidad.
Encima, los sobrevivientes padecieron por largo tiempo la exclusión y el rechazo
dentro y fuera de su país, pues se creía que sus problemas de salud eran
contagiosos.
Esta discriminación, según algunos
investigadores, aún suscita miedo en algunos hibakushas, quienes no se atreven
a reconocer su condición de sobreviviente. Las reservas tienen razón de ser,
pues no sólo veían limitadas su vida laboral y preparación profesional, sino
que la posibilidad de entablar amistades, incluso de casarse, se veía reducida
cuando se desvelaba que habían estado en Hiroshima o Nagasaki los días del bombardeo.
El propio Yasuaki Yamashita
dice en su testimonio: “durante cincuenta años había ocultado ese terrible
dolor, sufriendo interiormente”. Y más adelante: “comprendí que era una
obligación de los sobrevivientes compartir esa tragedia, aunque resulte muy
difícil y dolorosa (…) consideramos que si dejáramos de hablar de lo que
sucedió se puede repetir la historia e cualquier parte del mundo”.
La advertencia no es
infundada. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas, hay en la
actualidad 13.400 armas nucleares en el mundo. Nuclear Threat Initiative, por
su parte, ha difundido que esas armas están distribuidas en nueve países: Estados
Unidos, China, Pakistán, Corea del Norte, India, Rusia, Israel, Francia y el
Reino Unido.
Por lo tanto, el testimonio de
Yasuaki Yamashita, que adquiere forma escrita con el apoyo de Sergio Hernández
—investigador y profesor de la Dirección de Estudios Históricos del INAH— y las
ilustraciones de Edu Molina, es un llamado de alerta contra el olvido y la
indiferencia. Es un exhorto contra los absurdos y las crueldades de la guerra.
Además, hoy que en el ámbito
educativo se habla tanto del aprendizaje situado y de motivar el diálogo, la
participación activa y el espíritu crítico, el camino recorrido por Yasuaki
Yamashita puede servir de ejemplo a quienes, con genuino interés en los
procesos formativos y transformadores, buscan generar ambientes de aprendizaje humanizadores
y poner el énfasis en los valores de uso.
Porque la primera vez que
compartió su experiencia, en 1995, fue gracias a la invitación (e insistencia)
que un estudiante le hiciera para visitar su escuela, para platicar con el
grupo, para dialogar sobre un tema del que —como tantos otros que atañen al
bien común— poco o nada les habían hablado.
Aceptó. Y desde entonces
visita escuelas para compartir su experiencia sobre la bomba atómica, para
dialogar, para convivir con estudiantes, maestros, habitantes de la comunidad,
padres y madres de familia (y otros más, como la persona que condujo su auto
durante tres horas para asistir a una de sus pláticas) acerca de lo que sucedió
durante y después de aquellos días en que miles de personas perdieron la vida a
causa de un ataque despiadado.
Hibakusha,
Testimonio de Yasuaki Yamashita, es una obra cuya lectura,
esperanzadora, ofrece también rutas para el impulso de otro tipo de
comunicación, más horizontal, más centrada en el ser humano. Es una obra, en
conclusión, imprescindible.
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