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Conocer a Felipe Garrido (Ulises Regalado)




Conocer en persona a un autor cuyos libros han influido notablemente en nosotros entraña sus riesgos. Cabe la posibilidad de que ante un trato difícil insoportable o contradictorio con sus ideas escritas, terminemos ahuyentados de su obra. Y no se descalifique a nadie por esto, pues como dicen que dijo Blaise Pascal, “el corazón tiene razones que la razón no entiende”.

A un buen amigo, lector compulsivo y hombre de gran cultura, le regalé hace años un libro que encomiaba la lucha social, la organización popular y la búsqueda de la justicia. Cuando le pedí su opinión acerca de la obra, me dijo que con mucha dificultad había leído veinte o treinta páginas, pues conocía al escritor en persona, y era un tipo de lo más autoritario y déspota, incapaz de vincularse a algún proceso social.

Puede suceder al revés, que el autor de una obra crudísima, escrita con furia, sea cortés en su trato, agradable y de escucha atenta. O puede suceder también que quien escribe una obra esperanzadora, repleta de aliento, rica en saberes y en su compartición, en persona sea coherente con lo que escribió, es decir, que privilegie el diálogo y el intercambio de ideas.

Algunos encuentros con quienes hemos leído y han influido en nosotros se dan de manera impensada (si estamos inscritos en algún curso y quien coordina invita al autor a platicar y convivir con el grupo, si el autor es amigo de un amigo y se coincide en alguna reunión o convivencia, etcétera). Una amiga mía que se fue a estudiar un doctorado al extranjero, me dijo que a su gran referente intelectual desde hacía varios años se la había topado un día en el mercado, comprando frutas y verduras al igual que ella. Se atrevió a hablarle sobre su tesis y aquella se enganchó tanto en el tema que a partir de ahí nació una amistad que perdura a pesar de las brechas geográficas.

Con la llegada de la pandemia, los nombres de Zoom y Google meet, antes desconocidos o poco empleados, hoy han cobrado un elevado protagonismo, y gran variedad de reuniones ha tenido lugar a través de esas y otras plataformas tecnológicas. En este contexto, el jueves 29 de abril, en el marco de la presentación del cuento de Miguel Ángel Morales, Grafiti sobre la virgen –Premio Nacional de Narrativa Elena Poniatowska, 2018– pude conocer a Felipe Garrido, escritor, académico de la lengua, formador de lectores y escritores, cuyo libro El buen lector se hace, no nace fue crucial para que unos compañeros y yo, estudiantes de la Licenciatura en Español en la Escuela Normal Superior de la Laguna C.I., lleváramos a buen puerto un proceso de formación de lectores en una secundaria pública de Torreón, Coahuila y comprendiéramos la relación indisociable entre la docencia y el hábito lector.

Un catedrático, que despertaba en nosotros, ¡y de qué manera!, su pasión por las letras y la didáctica, cuando supo de nuestra intención, nos recomendó que antes leyéramos a Felipe Garrido, y fiel a su estilo dicharachero y juguetón, remató: “Para que no vayan a regar el tepache”. Y nos fuimos a una librería del centro de Torreón y compramos El buen lector se hace, no nace, de Felipe Garrido.

En el libro, conformado por artículos y pláticas recogidas, según se plasma en la introducción, entre 1984 y 1988, Garrido advierte sobre la lectura a medias y la simulación de la lectura y defiende la libertad de elegir: “Todo niño debería tener esa oportunidad de sentirse libre en un universo de libros. Todo niño debería ser así abandonado a su voluntad entre un exceso de oportunidades para elegir”, dice casi al comienzo.

Y más adelante menciona queno todos los adultos ni todos los niños descubren ni disfrutan las mismas cosas en una obra literaria”. Nos habla también sobre la fuerza avallasadora del ejemplo (pues el placer por la lectura llega por contagio), la imposibilidad de leer cuanto quisiéramos y nos gustaría, sobre el peso de los textos literarios para la formación lectora y sobre la trascendencia de que el maestro sea un lector.

Y al final, en el epílogo, nos advierte sobre dos peligros en la formación de lectores: El exceso de erudición y el exceso de animación. Uno y otro no forman lectores, pues el primero, convertido en un pozo de sabiduría, se orienta más a alimentar la propia vanidad y, el segundo, al diversionismo.

Nos conmovió, al cierre del libro, leer la referencia a su abuela materna y a la forma que, en la ciudad de Torreón, se ponía un libro abierto en las rodillas y les leía cuentos de príncipes y hadas a sus nietos que, silenciosos, formaban un corro al que se sumaban algunos vecinos: “Sencillamente nos contaba o nos leía historias chuscas, terroríficas, maravillosas. Sencillamente nos enseñó a amar la lectura, puso su parte para que aprendiéramos a leer”.

Leer, convertirnos en lectores para, de esa forma, contagiar el gusto por la lectura a nuestros estudiantes. Y leer, leer con ellos, leerles en voz alta. Formar, como dice Garrido, primero el gusto, la afición, alimentar el amor por las letras. Esto, lo platicábamos, y hoy estamos convencidos de ello, no sólo se podía llevar a cabo en las escuelas, sino también en los hogares y en los entornos comunitarios.

El libro de Felipe Garrido nos dio luz, horizonte, confianza, ánimo, esperanza, y, aprovechando que por esas fechas en secundarias se podía implementar lo que se conocía como Actividad permanente, leímos con los alumnos cuentos de Horacio Quiroga, Juan José Arreola, Rosario Castellanos, Rulfo, Chéjov, Cortázar, Benedetti, Allan Poe, Leonora Carringtong y poemas de Gonzalo Rojas, Jorge Boccanera, Olga Orozco, Quevedo, Juan de Dios Peza, Sor Juana, Sabines, Bécquer, Neruda, León Felipe, Vallejo, Rubén Darío, Benedetti y García Lorca.

Siempre buscamos no caer en los dos peligros que señala Garrido en su libro: Ni caer en el exceso de erudición ni en el exceso de animación. Leíamos en voz alta, por placer, un cuento, un poema, y luego lo comentábamos, dialogábamos en torno a él. A partir de la experiencia, escribí un texto que titulé El factor Benedetti, y lo incorporé en mi documento recepcional para obtener mi título de licenciatura.

En él contaba cómo el escritor uruguayo, con sus poemas Hombre preso que mira a su hijo, Táctica y estrategia, Te quiero o cuentos como Réquiem con tostadas, Jules y Jim o Beatriz (una palabra enorme) había sacudido y entusiasmado a los alumnos, al grado de que no sólo dialogaban a partir de esos textos, sino que escribían los suyos, reinventaban sus propias experiencias y las compartían con los demás.

Cuando terminamos nuestro proyecto y nos despedimos, una alumna nos entregó una hoja de papel en que nos manifestaba su agradecimiento, “por haber abierto una ventana a la imaginación”. Otro alumno, de forma oral, nos agradeció por haber hecho las clases de Español “más interesantes”.

Siempre, hasta la fecha, hemos reconocido que la lectura de Felipe Garrido (primero con El buen lector se hace, no nace y años después con Para leerte mejor: Mecanismos de la lectura y de la formación de lectores capaces de escribir) fue decisiva para nuestro proyecto en la secundaria de Torreón y otros posteriores, en los que dimos saltos cualitativos y elaboramos y difundimos plaquetes con las producciones escritas de los estudiantes, organizamos círculos de lectura con padres y madres de familia, realizamos ferias del libro, gestionamos encuentros con escritores regionales e impulsamos procesos para la donación y el préstamo de libros a domicilio.

Por eso, cuando el maestro Garrido confirmó que presentaría el cuento de Miguel Ángel Morales, me asaltó una mezcla de nerviosismo e incertidumbre, pues yo moderaría el evento y, de acuerdo a experiencias en estas lides, uno nunca sabe cómo vaya a reaccionar un personaje de alto calibre intelectual ante determinada pregunta o comentario.

Me ha tocado ver eventos en que se presenta a un invitado y luego éste, frente a todos, en público, lanza un puyazo directo o disimulado contra el presentador en caso de que no le haya gustado algún adjetivo, descripción u omisión de un dato. Y peor es cuando, con un supuesto sentido del humor, ridiculiza al presentador y arrebata las risas y carcajadas de los asistentes, que incluso llegan a aplaudir el mal trato. No por nada algunos moderadores suelen presentar al invitado diciendo “con ustedes, alguien que no necesita presentación”, nombran al susodicho… y a lo que sigue.

Para mi grata sorpresa, el maestro Garrido fue gentil y generoso de principio a fin. No sólo llegó puntualísimo a la reunión a través de Zoom, sino que sugirió que la presentación del libro adquiriera el formato de diálogo, quería conversar en torno al cuento, con Miguel Ángel Morales, autor, y Luis Sergio Rangel (Máscara), los otros dos presentadores. Estuvo de acuerdo, además, en que al final se atendieran las preguntas y comentarios de quienes nos seguían a través de la transmisión en vivo e incluso, cuando parecía que yo lo había olvidado, me recordó sobre ello.

Con un tono didáctico, que le había visto yo en conferencias y entrevistas por internet, planteó lo que ya otras veces ha dicho: La necesidad de formar lectores, y en este sentido, su preferencia por el término “formador de lectores” en lugar de “promotor de la lectura”. Dialogó sobre la relación futbol–literatura, sobre su vida en Torreón, sobre el grafiti y sus simbolismos.

Sobre Miguel Morales dijo que había encontrado su voz propia y, sobre el cuento Grafiti sobre la virgen, cuyo primer tiraje fue de cien ejemplares, que “si alguien quiere conseguir uno de estos cien ejemplares, son cien ejemplares históricos. Es como Muerte sin fin y, claro, tener uno de estos cien ejemplares es un tesoro".

Seguimos el diálogo fuera de la trasmisión, y nos contó cómo surgió la actividad Un poema al día, que impulsa desde hace años. A Erald Aguilar, compañero de la Academia de Lengua y Literatura de la Escuela Normal Superior de la Laguna C.I., que además es el editor de Grafiti sobre la virgen, le manifestó su reconocimiento no sólo por el empuje y dedicación en la obra impresa, sino también por ser el pionero del periódico normalista La Biznaga, que nació como parte de una actividad en el salón de clases. “¡Qué bonita historia!”, dijo. Y luego, “me interesa conocer La Biznaga”.

Antes, durante y después de la presentación del cuento Grafiti sobre la virgen, el escritor connotado (Premio Nacional de Letras de Sinaloa, Premio Xavier Villaurrutia…), el académico de la lengua, el narrador, traductor, ensayista, cronista, funcionario, directivo, el autor de obras imprescindibles en la formación de formadores, el formador de lectores, el catedrático distinguido, el tallerista, el maestro Felipe Garrido privilegió el diálogo, la plática amena, la conversación entre amigos.

Formador de tiempo completo, Garrido nunca deja de enseñarnos.


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