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La educación en tiempos de pandemia. Entrevista con el profesor Juan Francisco Rodríguez Aldape (Ulises Uriel Regalado Barrera)


Con la llegada de la pandemia se han implementado nuevas formas de trabajo y organización no sólo en la escuela, sino también en las familias y las comunidades. ¿Cómo ha impactado esto en la vida escolarizada, en las dinámicas del hogar y la vida comunitaria? ¿Cuáles son los desafíos ante esta situación histórica? Conversé en torno a esas y otras preguntas, vía telefónica, con el profesor Juan Francisco Rodríguez Aldape, educador popular y docente con amplia trayectoria en escuelas de diferentes niveles y modalidades, quien desde la ciudad de Saltillo compartió sus opiniones acerca de la educación en tiempos de pandemia.

 

¿Considera que es posible educar en tiempos de pandemia?

Si hablamos del ámbito académico, yo creo que es posible transmitir información. En un sentido más amplio, es posible siempre y cuando haya participación de la familia y la comunidad. No se puede restringir la educación al ámbito académico.

 

Desde la educación popular, en los procesos que llevan a cabo, ¿cómo les ha impactado la pandemia?

Es muy importante el contacto del ser humano, para la socialización y el intercambio de saberes. La pandemia ha impactado en la disminución de actividades presenciales. De tal manera que hemos organizado reuniones con pocos asistentes, así como encuentros virtuales, sobre todo a través de Facebook y Whatsapp.

 

¿Cómo impacta la pandemia en el sistema educativo?

Lo que se está vislumbrando es un déficit. No se puede hablar de educación en un sentido amplio. Si hablamos de lo académico, veo que muchos están en la simulación, tanto docentes, como alumnos. Hay maestros que envían actividades al alumno, pero no las revisan, no dan seguimiento. Hay estudiantes, por su parte, que copian las tareas o no las realizan. Entonces habría que trabajar más en la ética, y no sólo en el ámbito educativo, sino en los ámbitos político, social, y económico.

 

En el ámbito escolarizado, al menos de educación básica, al final del ciclo escolar se suscitó controversia debido a un decreto en el cual se establecía que aquellos alumnos que no hubieran cumplido con ninguna actividad durante la fase de educación en casa, debían ser evaluados con lo realizado antes de la pandemia. ¿Tiene alguna opinión al respecto?

Fue una medida administrativa, no pedagógica ni didáctica. Hay, sin embargo, situaciones específicas de alumnos que quizás no tenían las condiciones propicias para trabajar. Pero el incumplimiento es una situación que no viene de ahora. Por ejemplo, en mi experiencia veo que los alumnos que no han trabajado durante la pandemia son los mismos que no lo hacían desde antes. Los que eran responsables y cumplían, han seguido cumpliendo. La contingencia, para mí, evidenció esos vacíos, que ya existían previamente.

 

Hay quienes dicen que la pandemia ha evidenciado e incluso agudizado las desigualdades económicas, ¿está de acuerdo?

Hay quienes no querían ver esas desigualdades económicas, pero la pandemia las ha vuelto más evidentes. Desde hace mucho lo venimos denunciando, pues esa desigualdad es la mayor violencia no sólo en México, sino en muchos otros países. Si tú ves las estadísticas acerca de cuántas personas mueren por hambre, acerca de cuántas familias sobreviven al día con salario mínimo, te darás cuenta de lo que digo. La contingencia sanitaria ha vuelto más evidente la desigualdad porque muchas personas han perdido sus empleos, otras han visto gravemente reducidos sus salarios. Quienes nunca han querido verla no la verán tampoco en estos días. También están quienes pretenden volver a la normalidad, sin considerar que la normalidad es injusta, es desigual. De lo que se trata, entonces, es de buscar otra normalidad, otra realidad.

 

¿Cree usted que la pandemia marcará un antes y un después en el sistema educativo?

En el sistema educativo como tal, no creo. Todavía hay resistencias para la transformación de fondo.

 

¿De parte de quienes toman decisiones en lo alto?

De todos los que forman parte de él, desde las autoridades hasta los docentes, alumnos y padres de familia. Porque se trata de un sistema que tiene muchos años y, por lo tanto, está consolidado en sus prácticas, en sus costumbres. La corrupción, la simulación ya están muy inoculadas. Es muy difícil que exista un nuevo sistema educativo post pandemia.

 

¿Y en los procesos no escolarizados ve alguna otra posibilidad?

Sí, veo más posibilidad. Por ejemplo, en algunas comunidades está emergiendo el autoconsumo. Hay cada vez más familias que están produciendo sus propios alimentos ante la necesidad concreta que impone la pandemia y el deterioro económico. Veo más el sentido de comunidad. Hay familias que están sobreviviendo gracias al apoyo comunitario.

 

En ese sentido, ¿considera que valores como la cooperación o la solidaridad se han visto afectados o fortalecidos con la pandemia?

Afectados y fortalecidos. En sectores populares he visto más fortalecimiento de esos valores que mencionas, pero en la gente pudiente he visto lo contario. Ve a los grandes empresarios, que quieren seguir obteniendo las mismas ganancias y por eso rebajan el salario a los trabajadores, o les dan vacaciones sin goce de sueldo o les despiden masivamente. Se dan las dos situaciones.

 

Entonces, ¿con la pandemia sucede lo mismo que ya existía antes de ella, es decir, la codicia sigue en los codiciosos y la solidaridad en los solidarios?

Para mí hay más visibilidad debido a la agudización de necesidades. Los grandes empresarios quieren seguir manteniendo su nivel de vida, y los pobres mantienen su nivel de sobrevivencia. No veo, por otra parte, que surja un paradigma económico diferente al que hay ahora. A estas alturas deberíamos estar pensando en otro modelo económico, porque el actual ya caducó.

 

¿Y cuál debe ser el papel de los educadores durante esta pandemia?

Tenemos que buscar nuevas formas de aprendizaje, entendiendo el aprendizaje en una dimensión social, como la transformación de la realidad. No se trata sólo de transmitir información. El desafío, entonces, es cómo desde lo no presencial se pueden impulsar procesos transformadores. Un axioma de la educación popular es, precisamente, que para educar hay que transformar y para transformar hay que educar. No sólo hay que conceptualizar, hay que trabajar en la transformación de la realidad, para verdaderamente educar.

 

Las autoridades educativas de nuestro país han dicho que, si regresamos a clases presenciales, será de manera alternada: ciertos alumnos unos días, otros tantos otros días. ¿Qué opina?

En nuestra escuela, del ámbito privado, ya empezamos a hacerlo, pero un poco distinto. La mitad del grupo va una semana a clases presenciales, pero esas clases presenciales son grabadas y transmitidas al resto del grupo que está en casa. Pero en nuestro contexto, todos los alumnos tienen al menos un celular con disponibilidad a internet (todos en sus hogares tienen internet), y nuestro colegio fue equipado en cada aula con cámaras para grabar y transmitir las clases. Esto lo veo muy difícil en la escuela pública.

Una dificultad, por lo tanto, es mantener esa comunicación maestro- educando, porque en el ámbito académico sigo viendo muy necesario lo presencial, la relación entre personas para compartir saberes, para dialogar. Hace falta el calor humano.

 

¿Podemos decir, entonces, que los sectores populares son los más afectados académicamente?

Claro que sí. Ya hemos hablado de la desigualdad. Las escuelas públicas no tienen las posibilidades que sí tiene, por ejemplo, una escuela privada como en la que yo trabajo. Hay menos oportunidades para los que menos tienen. Un desafío de la escuela pública es lograr que los alumnos adquieran contenidos académicos y sean partícipes de una educación más profunda.

 

Y sobre los programas y modalidades de educación en casa, que enfatizan el trabajo por medio de plataformas virtuales, y para los docentes capacitaciones en el manejo de aplicaciones informáticas, ¿qué opinión tiene al respecto?, ¿han sido adecuadas estas medidas?

Son adecuadas dependiendo del contexto. Para nosotros sí han sido adecuadas. Yo he aprendido a manejar aplicaciones que me resultan muy útiles, incluso para un proceso sin pandemia. Me han facilitado didácticamente algunos procesos. Pero hay que recordar que son medios, el fin es el aprendizaje. En otros escenarios habría que encontrar nuevos caminos, pues hay quienes no tienen internet, no tienen teléfono o computadora. Entonces esta modalidad a ellos no les sirve.

 

Y el sistema y este proceso que se ha llevado a cabo los ha invisibilizado.

Claro. Por eso se toman medidas administrativas de “que aprueben todos”.

 

Están también los alumnos con necesidades educativas especiales o barreras de aprendizaje.

Así es.

 

A nivel federal se ha hablado de introducir en el currículum una asignatura sobre vida saludable. ¿Cuál sería para usted la asignatura o tarea, desde la escuela, más importante durante esta pandemia?

Para mí todo lo que tenga que ver con la construcción de comunidad, independientemente del nombre. Existen antecedentes de simulación, por ejemplo, el plato del buen comer. Se instruía, se informaba al respecto, ¿pero en la casa los alumnos contaban verdaderamente con las condiciones para alimentarse de manera saludable? Es decir, hay intenciones quizás muy nobles, pero sin procesos de transformación concreta. Mientras no busquemos la transformación de la realidad, poco se puede lograr. Para mí otra asignatura importante es la ética, una ética viva.

 

¿Cómo la entiende?

Trabajar con los valores universales, donde se busque el bien común. Por lo tanto, sería una asignatura que involucre a las autoridades, a los maestros, a los padres de familia y a los alumnos, juntos en un proceso de búsqueda por el bien común. Habría que encauzar las tareas, los contenidos educativos hacia el bien común, no al individualismo ni a la competencia, sino a la cooperación y la solidaridad.

 

Hace poco otro educador y yo platicábamos acerca del riesgo que implica la forma actual en que se está trabajando (plataformas virtuales, aplicaciones informáticas), ya que puede abonarle a la reproducción de la educación bancaria.

La educación bancaria ha estado presente, para mí no ha desaparecido. Vuelvo a los contextos: veo que niños de algunas comunidades conviven más entre ellos. Algunos padres de familia, al tener que salir a trabajar, como no tienen con quién dejar a sus hijos, van y los encargan a sus vecinos, que también tienen niños. Y ahí, al darse interacción, se da el aprendizaje, no el establecido por la secretaría, pero sí un aprendizaje en la interacción.

Yo no diría que el actual proceso reproduzca la educación bancaria, porque para mí ha estado presente desde siempre. Hay quienes dicen “vamos a desarrollar el pensamiento crítico”, pero el pensamiento crítico lo desarrollan imponiendo lo que ellos piensan que es el pensamiento crítico, imponiendo lecturas y contenidos a los alumnos. Los tratan como objetos, no como sujetos. Y si no responden lo que el profesor cree que es correcto, entonces están reprobados, o se considera que no aprendieron. Para mí, muchos de los que se dicen alternativos son tan autoritarios como aquellos a quienes denuncian. No imponen conceptos neoliberales, pero imponen conceptos de otra índole. En el fondo, ambas prácticas obedecen a la educación bancaria. Y eso no es de ahora, es desde siempre.

 

¿Hay aprendizajes de este momento histórico?

Sí. Incluso en Sudamérica se viene hablando de la pedagogía de la pandemia. En toda crisis hay aprendizaje. Lo importante es buscar alternativas. Lo importante es lo que aporte cada uno de nosotros.

 

Entonces, volviendo a una de las preguntas iniciales, en este momento histórico es posible educar.

Sí, habrá que ver si estamos listos para hacerlo.

 

Entrevista realizada para el periódico normalista La biznaga, el día 13 de julio del año 2020.


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